sábado, 24 de octubre de 2015

Última Parada: Congreso Nacional

Al fin, mi objetivo frente a frente.





















Se creó en el 1811 en otra ciudad y con otra faceta, pero tuvieron que pasar muchos años para que lo conociera de este modo. Tuve que caminar hasta la Avenida Pedro Montt, en el plan de Valparaíso para tener alguna chance de entrar. Era un edificio postmodernista, que desafiaba a la gravedad y que fue inaugurado en el 1990. Acá en la tierra, este congreso es bicameral (qué ortodoxo) y está compuesto por la Cámara de Diputados y la de Senadores. Ambas constituyen el poder legislativo del estado. Tienen una importancia tremenda hoy, pues son los encargados de proponer y discutir la materia legal del país además de poseer otras atribuciones como fiscalizadores y aprobadores. Busqué la manera más decorosa de entrar: dentro habían frescos y grabados en las murallas y bóvedas, muchas esculturas y bustos de gran solemnidad. En la sala, ocurría una sesión. El reloj marcaba pasado las 6 de la tarde y el desierto de la reunión me asustaba. ¿Estaban los humanos preparados para lo que tenía que decirles? Bajé de las gradas y me escabullí entre los escaños. Me subí sin previo aviso al podio y musité: terrícolas...


5° Parada: Reloj de Flores

Me alejé sólo un tanto del puerto para enamorarme y decepcionarme una vez tras vez.





A lo lejos en mi trote divisé a una preciosa mujer, Tanto o más de las que salían en los libros que tuve que leer antes de venir aquí. Una melena descansaba delicadamente en sus hombros, que parecían los travesaños de mi existencia terrenal y espiritual. Una mirada por la espalda que desechaba todas mis esperanzas. Ella era una humana hermosa, la más hermosa que he conocido, yo era un simple Buzz Lightyear. 

De todos modos, osó a llevarme de la mano a un lugar que, según ella, de seguro amaría. Era un asombroso reloj, hecho exclusivamente con flores. Estaba en la entrada sur de Viña del Mar a los pies del Cerro Castillo. Me contó la historia mientras suspiraba no sé por qué. Resulta que los humanos juegan un estúpido deporte llamado fútbol, en donde 11 de sus más grandes y rápidos camaradas corren detrás de un balón a fin de encajarle a un arco. En el 1962 hubo un evento en donde se juntaban todos esos especímenes del mundo y competían. Ese mismo año el municipio decidió comprar una relojería suiza e instalarla para crear ese colorido reloj, pues la ciudad iba a ser sede de aquel campeonato.

No me pareció para nada interesante ni intrigante, creo que fue una pérdida de tiempo, pues cuando me había dado vuelta, ya no había nadie al lado mio. Ella se había ido con un homínido del otro lado de la cordillera. 



4° Parada: Muelle Prat

Un vestigio del apogeo del puerto. Las lanchas con olor a nostalgia. 











Al final acepté el ofrecimiento de mi oloroso amigo. Era un precioso recipiente de 1 litro de vino tinto, de ese que es tan costoso en mi solar. Fue maravilloso. Me tomó del brazo y me llevó a escasos metros de la plaza. Un muelle alzado el 1850 con el fin intacto de tráfico de pasajeros. Me asombró la cantidad de gente que deambulaba por las escaleras y hacía filas para subirse a las lanchas o comprar cosas en un lugar de artesanos. Me contó que era fácil robarle a los gringos que llegaban en los cruceros, que andaban como pavos caminando sin mirar el piso. Ya había acabado el brebaje. Fue una delicia. Pero aún no encontraba lo que andaba buscando. 


3° Parada: Plaza Sotomayor

Enfrente, un gran monumento a un héroe desconocido hasta entonces, a los costados, edificios centenarios. A vista del horizonte, el mar.




















Es una gran explanada, como las que hay en mi planeta. Aunque ha tenido diversos nombres a lo largo de su historia, su inauguración oficial data del 1886. Se ubica a los pies del Cerro Cordillera y al frente del Muelle Prat. En ella se emplazan distintos edificios con una importancia histórica excepcional. La Primera Zona Naval de Valparaíso que en su momento fue la Intendencia, el Consejo Nacional de la Cultura y de la Artes, antiguo correo, la Estación Puerto del Merval y el actual edificio de Aduanas. Además, dos de las primeras compañías de bomberos de Chile se localizan en la plaza: la Bomba Americana y la Bomba Germania. 

Su principal atracción es el mausoleo ubicado en el centro, en donde se encuentran los restos de los caídos y sobrevivientes del Combate Naval de Iquique. Es ahí por donde desfilan colegios y fuerzas militares en honor a los héroes los 21 de mayo. Yo escuchaba atento la historia de un alcoholizado que con gran ahínco proseguía con la trama. Me contó que en el verano la utilizaban para un masivo concierto llamado Rockodromo y que además la gente se congregaba todos los 31 de diciembre a esperar las 12 de la noche con música y alcohol, cosa que, según sus dichos, disfrutaba en cantidad. 

Me invitó a un cartón de vino, pero tuve que desechar la oferta. Seguí mi camino hacia la bahía. 



2° Parada: Paseo 21 de Mayo

A mi llegada, fue imposible no asombrarme por el prominente paisaje que asomaba entre mis ojos, por lo que decidí, acompañado de un fiel can, explorar los cerros.




Mi decisión: la acertada. Mi animalesco amigo me condujo hacia el Cerro Artillería, ubicado en el lado sur de la bahía. Fue ahí donde tuve mi primer acercamiento con los ascensores de esta ciudad -famosísimos en mi planeta. La vista cuando iba en ascenso era inefable. La inmensidad de este puerto me conmovía. Cuando llegamos a la altura, mi amigo me explicó la historia de este pintoresco lugar (sí, hablaba). Me contó que el paseo fue construido en el 1890 en respuesta a la localización de la Escuela Naval en el lugar donde hoy se emplaza su museo histórico. De todos modos, el diseño y orientación actual data de el 1911. 

A la fecha, el Paseo 21 de Mayo -nombrado así en honor a las Glorias Navales del Combate de Iquique- recibe a gran cantidad de turistas, como yo, cada día, pues es uno de los paseos peatonales en donde se puede apreciar la bahía en todo su esplendor. 

Aducido por la hermosura, consideré prudente descender al plan. 

1° Parada: Santuario de Lo Vásquez

Mi nave se averió justo antes de llegar a mi destino, por lo que precisaré caminar el resto del trayecto.




Caí cerca de una gran construcción arquitectónica hecha, de seguro, por terrícolas. Se me acercó un homínido y me contó la historia del edificio. Su nombre completo es Santuario de la Virgen de Lo Vásquez, en honor a la Inmaculada de Concepción. Me dijo que se ubicaba a unos 34 kilómetros al este de mi destino: Valparaíso, por lo que sabía que me esperaba un largo trecho sin transporte. Me ofreció una hogaza de pan llamada "marraqueta" y una infusión extraña de hierbas aromáticas. Ahí me habló acerca de la historia del edificio. En su planeta, éste sirve para acoger divinidades católicas y fue construido en 1849, aunque ha tenido distintas remodelaciones desde su apertura, debido a diversas ampliaciones e incluso terremotos que han botado fachadas. Me contó también que el Santuario recibe numerosos fieles todas las semanas pero que durante el 8 de diciembre es cuando más afluencia de público llega peregrinando tanto de Santiago como Valparaíso a fin de cumplir algo que él llamó "mandas". Dice ser un espectáculo tremendo. 

Le agradecí por la comida y me alejé a paso raudo y constante a mi próximo destino.