Me alejé sólo un tanto del puerto para enamorarme y decepcionarme una vez tras vez.
A lo lejos en mi trote divisé a una preciosa mujer, Tanto o más de las que salían en los libros que tuve que leer antes de venir aquí. Una melena descansaba delicadamente en sus hombros, que parecían los travesaños de mi existencia terrenal y espiritual. Una mirada por la espalda que desechaba todas mis esperanzas. Ella era una humana hermosa, la más hermosa que he conocido, yo era un simple Buzz Lightyear.
De todos modos, osó a llevarme de la mano a un lugar que, según ella, de seguro amaría. Era un asombroso reloj, hecho exclusivamente con flores. Estaba en la entrada sur de Viña del Mar a los pies del Cerro Castillo. Me contó la historia mientras suspiraba no sé por qué. Resulta que los humanos juegan un estúpido deporte llamado fútbol, en donde 11 de sus más grandes y rápidos camaradas corren detrás de un balón a fin de encajarle a un arco. En el 1962 hubo un evento en donde se juntaban todos esos especímenes del mundo y competían. Ese mismo año el municipio decidió comprar una relojería suiza e instalarla para crear ese colorido reloj, pues la ciudad iba a ser sede de aquel campeonato.
No me pareció para nada interesante ni intrigante, creo que fue una pérdida de tiempo, pues cuando me había dado vuelta, ya no había nadie al lado mio. Ella se había ido con un homínido del otro lado de la cordillera.
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